Articulo de el pais
El tesoro de la montaña perdida
Una aldea ourensana revivirá gracias a la extracción de tantalita, imprescindible en la microtecnología
CRISTINA
HUETE
Penouta
(Ourense) 23
ABR 2013 - 11:18 CEST
Los
vecinos sonríen de lado. La firma canadiense ha comenzado ya a
pagarles el alquiler de la zona minera (7.000 euros anuales mientras
hace las catas; después “ya se verá hasta dónde asciende el
pago”, precisa el alcalde de Viana do Bolo, Andrés Montesinos) y a
contratar mano de obra en el pueblo. De momento, apenas una decena de
hombres. Aunque ni el alcalde pedáneo, Manuel Rodríguez, palista de
oficio, media vida transportando el estaño en esa misma mina, tres
décadas ya abandonada, tiene la más remota idea de “qué cosa es
esa” de la tantalita: “Tanto nos da”, puntualiza de inmediato.
Como
casi todos los varones de cierta edad en este pequeño pueblo del
oriente orensano, Rodríguez trabajó en la mina a cielo abierto de
Penouta para Rumasa sacando el estaño con la paleadora. Cuando la
mina cerró, el pedáneo se trasladó a extraer pizarra y granito a
otra cantera en el municipio próximo de A Veiga. Hasta que esta
también se agotó. Fue entonces cuando el pedáneo se reconvirtió
en albañil y en agricultor autónomo. Esto es, se dedicó al cultivo
para autoconsumo en sus pequeñas parcelas de la aldea. Como la mayor
parte de los hombres de su quinta (él tiene 57 años) que se
quedaron en el pueblo: apenas un puñado.
Penouta
es la visión de la montaña partida vigilando el escaso vecindario
galaico que vive de un par de animales y de sus huertos y asomándose
a Castilla por su otra faz: a un tiro de piedra del lago
de Sanabria.
El coltán se vende a 200 euros el kilo.
La empresa minera espera extraer unos 13 millones de toneladas
La
aldea se vino abajo al mismo tiempo que la montaña empezó a mostrar
sus vísceras resecas. Tres décadas después del cierre de la mina
no queda estaño ni rastro de los bares, la población no supera los
50 vecinos de lunes a viernes, y solo cinco menores de edad, de entre
3 y 15 años, corretean por el pueblo. Eso los fines de semana,
porque a diario el transporte escolar los desplaza hasta el colegio y
el instituto de la capitalidad del municipio, Viana do Bolo, a 12
kilómetros, de donde regresan por la tarde para encerrarse en casa.
Así
que durante estas tres últimas décadas, salvo en la fiesta patronal
de San Bartolomé, en agosto, cuando la aldea estalla en un jolgorio
de verbena y empanadas, Penouta ha sido un lugar montañoso lleno de
ese silencio que retumba en los pueblos que envejecen pronto. Hasta
que, hace un año, la empresa canadiense sospechó de la existencia
del tantalio, ese elemento químico cuyas valiosas propiedades
desconocen los vecinos, y dio con el mineral, la tantalita, entre los
cascotes de la escombrera.
La
remota aldea guardaba el codiciado tesoro imprescindible para la
industria tecnológica que buscaba Pacific Strategic Minerals por el
mundo. Los escombros que Rumasa desdeñó y que dejó tirados en la
balsa creada a los pies de la montaña han resultado estar llenos de
una de las 14 materias primas minerales en riesgo de escasez y
consideradas “fundamentales” para la industria europea, aunque en
este caso se lo lleve una firma canadiense.
Los
vecinos de Penouta no tienen, en su mayoría, ordenadores. Y, como el
pedáneo, desconocen qué es la tantalita; como desconocen también
que por la posesión de este oro gris que alimenta a las nuevas
tecnologías se
han desatado guerras tremendas en el mundo, como la del Congo,
que ha sembrado de muertos el país africano en una espiral
imparable.
Ajena
a los avances de la tecnología y al preciado valor de la tantalita,
la escasa población de Penouta ha vivido una paz apuntalada en esa
sólida inactividad de la mayor parte de los envejecidos pueblos
gallegos. Aunque, en este caso, con el codiciado tesoro al lado de
sus empobrecidas casas, en el terreno de propiedad comunal, a punto
de salir, a precio desorbitado, al mercado internacional europeo y
americano.
El
estudio presentado por la firma canadiense a la Xunta de Galicia para
obtener los permisos necesarios estima que la empresa podrá extraer
13 millones de toneladas del valioso mineral en la pequeña aldea. El
coltán se
vende en este momento a casi 200 euros el kilo en el mercado
internacional.
Los
vecinos no verán esa riqueza, pero, antes como ahora, cobrarán el
alquiler por el terreno y volverán a la actividad laboral que
siempre les ha proporcionado la montaña. “Pues claro que es
nuestro, pero nosotros no podemos hacer más que lo que hacemos:
alquilarlo y exigir que nos den trabajo”, comentan uno tras otro
los habitantes de la ahora aún abandonada Penouta. Irá renaciendo
poco a poco. La empresa espera extraer 3.000 toneladas diarias
durante 15 años.
Jesús
Vizcaya vive en Viana do Bolo, pero a veces aún pasa por la aldea en
la que trabajó para Rumasa como administrativo de la mina de estaño
y en donde era el representante sindical de CC OO. No la puede
olvidar. Entre otras razones porque la boca abierta de la montaña es
lo primero que se ve al entrar en el municipio en el que vive.
El
hombre recuerda aquellos prósperos ochenta: “Éramos 145 empleados
fijos, todos de la zona, y había más de 100 empresas filiales”.
Las cifras serán similares en cuanto la empresa canadiense comience
la extracción. Un potosí para una aldea perdida en la montaña y
para una comarca depauperada como las de la práctica totalidad de la
Galicia interior. Hace tres décadas, los sueldos que pagaba Rumasa
eran de “entre 80.000 y 100.000 pesetas mensuales”, recuerda el
exsindicalista mientras señala la montaña y explica cómo al cesar
la actividad “todo se vino abajo”: el cierre de los tres bares,
el éxodo migratorio, el envejecimiento, el vacío rotundo sobre el
pueblo.
Tras
el mazazo demográfico y económico que supuso la inactividad minera,
a los vecinos les quedó la supervivencia. Claro que, tres décadas
después de aquella gloriosa época, con la montaña partida
presidiendo ese silencio tangible de la aldea y con la crisis
azotando a toda España, el tesoro de la aldea de Penouta (un
centenar de empleos directos asegurados) sigue intacto
Es un articulo del Pais del año 2013 me parecio interesante
No me extraña que el Diario "El País", esté en decadencia, en caída continúa. Cualquiera que lea este artículo y tenga noción de las utilidades del Estaño, sabe sobradamente que jamás se utilizó ni utilizará para fines armamentísticos. El sr. periodista autor de este artículo debería de saberlo. Ante la duda antes de escribir entérese.
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