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A Sega da Herba

Mirando fotos hechas hace años atrás, de repente sentí el olor a hierba recién cortada, mi mente me trasladó a mi juventud, cuando me pasaba las vacaciones de verano en la aldea que nací, allá por una de las montañas que rodean al concello de Viana do Bolo.

La aldea responde al nombre de Penouta, en las vacaciones cuándo venía para el mes de julio, me encontraba con “ a sega da herba”. Por aquel entonces se hacía manualmente con la guadaña.

Se juntaban en el pueblo la cuadrilla, los dueños de los prados, vecinos y amigos incluso a veces gente contratada, juntos nos íbamos para el prado con las herramientas la comida y la bota de vino. Una vez allí iban cortando la hierba con las guadañas,cuando no cortaban bien las afilaban, con una piedra que llevaban en un cuerno de vaca colgado del cinto, los niños jugábamos hasta la hora de esparcir la hierba,ese olor de la hierba recién cortada era especial.

Unos segaban la hierba, otros la esparcimos con las espalladoiras sobre el prado para secarla
Llegaba la hora de comer, el menú era pan de centeno hecho en casa, chorizo, jamón de casa y tocino, acompañado de un vino casero, que sabores, eso lo perdí gracias al progreso, es algo que por desgracia mis hijos ya no vivirán ni disfrutarán.
Al acabar la faena se regresaba para casa charlando, en armonía todos juntos, cansados pero felices por el trabajo realizado, ninguno utilizamos el móvil, quizás porqué no los teníamos, ni falta que nos hacían.
Después de unos días se iba a dar la vuelta a la hierba para que se secara al secarse llegaba una de las partes más emocionantes para nosotros los niños, una vez seca la hierba había qué ir a recogerla, para eso era necesario el carro y las vacas.
Se sacaban las vacas de la cuadra y se xunxian, después se cogían al carro, dependiendo de la carga que se iba a traer se ponían dos o cuatro. Era el momento de ir a buscar la hierba,entonces nos subíamos todos a los carros y allí que nos íbamos a buscar la hierba.

Ya en el prado se cargaba en los carros con las espalladoiras, se iba poniendo en los laterales clavada en los estadillos para que sujetarán la carga del centro, al acabar se estaban con las treixas, llegaba el momento de regresar para meter la hierba seca en la pallarega.
Durante el camino de vuelta íbamos acompañados por los cánticos de los carros, la diversión no acaba ahí, al llegar a la pallarega mientras los mayores metían la hierba los niños íbamos pisandola dentro,corriendo unos detrás de otros, jugando.

Que maravillosos recuerdos, por eso hoy no entiendo cuándo oigo decir a los jóvenes  ME ABURRO

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